
Ya a este grito empiezan los “hogueristas” a ponerse sus galas de alicantino, comienzan ya a oírse algún que otro «zambombazo» -como si fuera con ellos «Manolo el del bombo»- tan reconocible que hasta los franceses y el resto de la CE, saben sin más de quién se trata. Y así bien, el próximo día 22, en el programa de Canal 9, se emitirá desde nuestra ciudad el «Canta, canta», a cuyo rodaje pude asistir «en vivo y sin querer», dado que el volumen de sus decibelios era tan alto que desde la Casa de Alberola podían oírse los sonidos de su música acompañante y a tronante.
Como anticipo ya hemos tenido la celebración en San Blas de sus Moros y Cristianos, como aperitivo, cuyos cohetes y mascletás se oían desde el parque de Canalejas, a cien metros del cual está mi vivienda. Ya empiezan a verse coches aparcados encima de las aceras, ya se ven autos, motos, ciclomotores y cuantos vehículos de cuatro ruedas -salvando, claro está, los cochecitos con bebés-, circulando en dirección contraria o a «contramano», ya se ven motos y bicicletas circulando por los paseos de la playa del Postiguet, y cómo no, saltándose los «pasos de cebras» que acaban de ser repintados siquiera sean los más cercanos al mar, quebrando así todas las intenciones de nuestras autoridades locales: llámense éstas Díaz Alperi, de España o las autoridades portuarias.
Es decir, que cuando pases tú peatón -seas hombre o mujer- ten cuidado de pisar siquiera y aunque pueda ser uno de esos pasos de cebra, pues como reza el dicho popular: «Bienaventurados los que crucen un paso de cebra porque ellos verán pronto a Dios».
El otro día me encontré al paso a un agente de la Policía Local que estaba con la libretita de multas en la mano y mirando su reloj, momento que aproveché para indicarle que había tenido que cruzar la calle Portugal a la altura de Autobuses fuera del lugar señalizado para el paso de peatones, para así sortear a un vehículo que ocupaba todo el rayado de blanco de la calzada y al explicarle lo que me había pasado dijo: «Precisamente estoy esperando a que salga el conductor para si no lo hace dentro de cinco minutos sancionarle»... Y viéndome un poco dubitativo, me preguntó: «¿Quiere decirme usted algo más, señor?». Y al preguntarle si no tendrían escasez de medios, siquiera para cubrir un solo agente de la recientemente creada Policía de barrio toda la zona Séneca-Autobuses, me dijo lacónicamente, por no decir «burlonamente»: «Cómo vamos a cubrir esta zona si nos faltan en plantilla más de un 35% de agentes».
Y frente a los «hogueristas» estamos los que «pasamos» de tan bellos y hermosísimos días; y por ello, empezamos a huir de Alicante, bien sea en «nuestros chalés», apartamentos en las playas del litoral de la Costa Blanca; o en los múltiples sitios en que uno pueda oír y encontrar un hueco donde reine el más absoluto de los silencios. Lo cierto es que frente a quienes les importa poco el ruido y aguanten todo lo que se les viene encima, ya sean provenientes de las múltiples casetas o barracas; ya provengan de los discos-pub que ponen sus «bafles» fuera de sus locales y abren sus mostradores para expedir bebidas alcohólicas a menores de 16 años o a mayores de dicha edad, para luego compartir la litrona y las copichuelas, con sus amiguetes, tengan la edad que tengan, sin que desde el subdelegado del Gobierno en Alicante de la «Generalitat» hasta el agente más joven de la plantilla de la Policía Local o Nacional puedan hacer nada al respecto.
Por poner un ejemplo, en la finca que, como inquilino comparto con los ocupantes de otros siete pisos y dos viviendas por piso, sólo nos quedamos con mis suegros -ya mayores y que pasan ambos de los 80 años-, con una anciana de más de 90 años paralítica y el que esto suscribe que padece de jaquecas, que se vuelven horribles, cuando necesito absoluto silencio y la mayor oscuridad posible... Así pues, que haré cuanto esté en mi mano para salir de aquí, aunque acabe, como en el cine y en el teatro se sigue peyorativamente reiterando, en Albacete. Lo que tampoco entiendo es que ahora —hace 27 años no pasaba- las barracas se montan fuera de los distintos distritos; y así resulta que, en vez de dar el «coñazo» a sus convecinos se les da a los de otro barrio o distrito; y así que siga la fiesta. Festeros y festeras: hasta la vuelta, si Dios lo permite y no lo remedia.
Redactor del articulo: ANTONIO MORAL GARCIA
(Licenciado en Derecho) -- SECCION: Tribuna -- INFORMACION©
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